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–El caso no es enteramente igual...
–¿Cómo, cómo?
–Eso es muy difícil de explicar, señorito. Pero ¿está usted de veras enamorado?
–Es lo que trato de averiguar. Pero tonterías, de las gordas, no he dicho ni hecho todavía ninguna... me parece...
Liduvina se calló, y Augusto se dijo: «¿Estaré de veras enamorado?»