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lla; al ver a Eugenia, ese abstracto se concretó y la mujer se hizo una mujer y te enamoraste de ella, y ahora vas de ella, sin dejarla, a casi todas las mujeres, y te enamoras de la colectividad, del género. Has pasado, pues, de lo abstracto a lo concreto y de lo concreto a lo genérico, de la mujer a una mujer y de una mujer a las mujeres.

–¡Vaya una metafísica!

–Y ¿qué es el amor sino metafísica?

–¡Hombre!

–Sobre todo en ti. Porque todo tu enamoramiento no es sino cerebral, o como suele decirse, de cabeza.

–Eso lo creerás tú... –exclamó Augusto un poco picado y de mal humor, pues aquello de que su enamoramiento no era sino de cabeza le había llegado, doliéndole, al fondo del alma.

–Y si me apuras mucho te digo que tú mismo no eres sino una pura idea, un ente de ficción...

–¿Es que no me crees capaz de enamorarme de veras, como los demás...?

–De veras estás enamorado, ya lo creo, pero de cabeza sólo. Crees que estás enamorado...

–Y ¿qué es estar uno enamorado sino creer que lo está?

–¡Ay, ay, ay, chico, eso es más complicado de lo que te figuras!...