Página:Niebla (nivola).djvu/47

Esta página no ha sido corregida

Y entró.

Dirigióse a su cuarto, y al reparar en la cama se dijo: «¡Solo! ¡dormir solo! ¡soñar solo! Cuando se duerme en compañía, el sueño debe de ser común. Misteriosos efluvios han de unir los dos cerebros. ¿O no es acaso que a medida que los corazones más se unen, más se separan las cabezas? Tal vez. Tal vez están en posiciones mutuamente adversas. Si dos amantes piensan lo mismo, sienten en contrario uno del otro; si comulgan en el mismo sentimiento amoroso, cada cual piensa otra cosa que el otro, tal vez lo contrario. La mujer sólo ama a su hombre mientras no piense como ella, es decir, mientras piense. Veamos a este honrado matrimonio.»

Muchas noches, antes de acostarse, solía Augusto echar una partida de tute con su criado, Domingo, y mientras, la mujer de este, la cocinera, contemplaba el juego.

Empezó la partida.

–¡Veinte en copas! –cantó Domingo.

–¡Decidme! –exclamó Augusto de pronto–. ¿Y si yo me casara?

–Muy bien hecho, señorito –dijo Domingo.

–Según y conforme –se atrevió a insinuar Liduvina, su mujer.

–Pues ¿no te casaste tú? –le interpeló Augusto.

–Según y conforme, señorito.