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Para concluir estas palabras en que no os he dicho por cierto nada nuevo, permitid que os lea una brevisima pagina de mi libro «Plenitud», intitulada «La mujer», y que será el punto final de mis conceptos afectuosos:
El proverbio persa dijo: «no hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa». Yo te digo: « no la hieras ni con el pensamiento».
Joven o vieja, fea o bella, frivola o austera, mala o buena, la mujer sabe siempre el secreto de Dios.
Si el universo tiene un fin claro, evidente, innegable, que esté al margen de las filosofias, ese fin es la vida, la vida: única doctora que explicará el Misterio; y la perpetuación de la vida, fué confiada por el ser de los seres, a la mujer.
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