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vida, que auscultaba vuestro corazón. Mi espiritu y el vuestro, vuestro gran espiritu joven, fuerte, evolutivo, eran como esos mares separados por continentes, pero que en su flujo y reflujo laten al impulso de la misma estrella...

Queda explicado, pues, porque no os pido esa indulgencia que demandamos de los indiferentes, sino esa Parcialidad que pedimos a los amigos.

Veo, por otra parte, entre vosotras y vosotros, rostros conocidos. Hay aqui porteños cuyas manos se tendieron ya en varias ocasiones hacia la mia, y es posible que algunas, acaso muchas de las damas y señoritas que me hacen la merced de escucharme, me hayan hecho ya otra merced mayor: la de guardar en una hoja de álbum, en una postal, en la primera

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