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Signatario, a
—La persona que firma un documento. La voz es muy usada por los diplomáticos.
Sindicato
—Corporación elejida de entre los accionistas de una empresa. Hay diferencia, y mucha, entre sindicato y gerencia, que es la voz que el Diccionario trae. En el Congreso Literario de Madrid, á propósito del comercio de libros, dos ó tres de los oradores hablaron sobre la conveniencia de establecer un sindicato, de libreros y editores; y en el Congreso Mercantil oí también la palabra á don Segismundo Moret, gran orador y académico de la Española.
Sinvergüenza
—El que carece de dignidad ó de vergüenza. El doctor Thebussem diserta muy atinadamente sobre la necesidad de admitir el vocablo.
Sinvergüencería
—Falta de decoro ó de vergüenza.
Solucionar
—Empleamos este verbo, que la Academia no admite, en el sentido de poner término ó resolver una cuestión, un problema, un conflicto, un litigio. El uso ha hecho que, en América, demos idéntico significado á los verbos solucionar y resolver, y á los sustantivos solución y resolución.
Soroche
—(Del quechua) Dolencia, á veces mortal, que acomete á los viajeros en la cordillera andina.
Subvencionar
—A cada paso se lee la frase subvencionar la prensa, esto es, favorecer á un periódico con una subvención oficial ó de alguna empresa. Nada de forzado tiene el verbo.
Sucucho
—Chiribitil, habitación pequeña, incómoda y sucia.
Suertero, a
—En el Perú y otras repúblicas no se venden billetes de lotería sino de suertes, y al vendedor ó vendedora de ellos se le llama suertero ó suertera. Por mucho que, en rigor gramatical, debiera llamársele sortero, el gremio de suerteros protestaría, y con derecho, pues há más de un siglo que, en el Perú, se halla en posesión pacífica y nunca discutida del vocablo. El virrey Gil y Lemus, en una pragmática ó reglamento que promulgó en 1792, los llamó también suerteros. En cuanto á la voz sortero, bien se está con sus acepciones de agorero y adivino que el Diccionario le acuerda.
Superviviente
—La voz jurídica, en América, no es