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empero á ella por el vinculo del idioma, y que suman juntas un número de habitantes superior en muchísimo al de la Metrópoli. En todas esas regiones se presupuesta, y nosotros mismos, aquí, en España, presupuestamos á todo trapo, si bien, casi siempre, con escasa sinceridad. Si la palabra es viva, y su aire no difiere del de otras muchas parecidas ¿por qué se le ha de negar la inscripción en el registro civil del Diccionario? Mal anda la docta corporación con sus remilgos; pues bien pudiera ocurrir que, interpretándoseles torcidamente, provocaran sensibles enfriamientos y dieran al traste, por algún tiempo, con los proyectados tratados de propiedad intelectual entre España y las repúblicas, gracias á lo cual muchos de nuestros escritores, al sacar sus cuentas, se verán imposibilitados de presupuestar el producto de sus obras en el mercado de América, aunque en rigor no resulte perjuicio á algunos académicos cuyos libros, si los producen, rara vez logran pasar el charco.»

VI

Propósito muy hispanófilo fué, pues, el que me animó cuando, en las juntas académicas á que concurrí, empecé proponiendo la admisión de una docena de vocablos de general uso en América.

Yo anhelaba que las fiestas del Centenario tuvieran significación práctica, revelando que España armonizaba tanto con nosotros que, si no admitía como suyos nuestros neologismos, por lo menos no los despreciaba como argentinismos, colombianismos, chilenismos, peruanismos etc. etc

Cuando se crearon las Correspondientes en América, todos presumimos que la Academia madre se proponía asociarnos á su labor, para que contribuyéramos con el caudal de voces que, suficientemente estudiadas por nosotros, estimáramos de precisa ó con-