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Feb. 1827
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NATIVOS FUEGUINOS

se encontraban en pie, y debido al color verde de sus ramas, parecía que habían sido levantados recientemente. Después de dejar bahía Willes, el “Hope” visitó bahía Fox y el seno Sr. Edward Owen, el cual, se pensaba que conduciría dentro de bahía Lomas, al frente de puerto del Hambre; pero, después de recorrerlo diez millas, llegaron a aguas poco profundas, y como no había corriente o flujo de la marea, ellos desembarcaron, y encontraron que una milla y media más lejos, el seno terminaba en una tierra baja. Otro día, mientras navegaban a lo largo del lado sur del seno Brenton vieron cerca de la playa el humo de las fogatas de los indios. Como esta era la primera vez que se habían visto nativos en esta parte, el rumbo fue dirigido hacia ellos hasta que el “Hope” fondeó. Entonces tres indios se acercaron, levantando la piel de algún animal, e invitándolos a desembarcar. Arriaron el serení y los Srs. Wickham y Rowlett, con Robinson, el piloto, fueron a la orilla. Los fueguinos le regalaron una piel de zorro a cada uno del grupo, quienes en retribución le dieron algunas baratijas. Después de una breve entrevista el bote los dejó, y ninguna otra comunicación se tuvo esa noche. A la mañana siguiente una canoa fue hasta el velero, con tres jóvenes, dos mujeres y tres niños, el más joven de no más de cuatro meses. Tan pronto como estuvieron a su costado los hombres fueron a bordo y comenzó un activo tráfico de todos los objetos de valor que ellos poseían, por unos pocos botones, una botella de vidrio, o un envase vacío para conservar carne, muchos de sus bienes fueron intercambiados. Tenían varias pieles de zorro, pero no otro tipo de pieles, excepto las que ellos llevaban puestas, que eran de lobo marino o guanaco: y aunque varios llevaban una piel de pingüino suspendida de una faja, algunos estaban sin ni siquiera esa covertura. Esta canoa fue seguida por otra, que tenía un anciano, de sesenta o setenta años, con una barba gris, una mujer de edad avanzada, y dos niños. Antes de venir al costado dejaron sus perros en la orilla.

Aunque la visita de estos indios no duró mucho, tuvieron tiempo suficiente para robar. Uno de los jóvenes, que fue visto yendo a la canoa, nervioso, por su forma, sospechamos