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Ene. 1827
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INDIOS FUEGUINOS.

En la playa había numerosas huellas de zorros, y las pisadas de un cuadrúpedo grande, probablemente un puma, fueron observadas. Le disparamos a algunas cercetas y patos silvestres; y vimos varios gansos, pero como eran muy cautelosos, se escaparon.

Sobre la punta Santa María observamos, por primera vez, tres o cuatro chozas o wigwams hechas por los indios fueguinos, que habían sido abandonadas. No eran antiguas, y solamente necesitaban una cubierta ligera de ramas o pieles para hacerlas habitables. Estos wigwams son construidos así: ramas largas y delgadas, puntiagudas en los extremos, son clavadas en el suelo formando una figura circular u ovalada. Sus extremos son doblados, de manera que formen un techo redondo, y son amarrados con ligaduras de junco; dejando dos aberturas, una hacia el mar y la otra hacia el bosque. Hacen fuego en el centro, y medio llenan de humo el interior de la choza. No había indios en la bahía cuando llegamos, pero, en la tarde siguiente, el teniente Sholl, mientras caminaba hacia el lado sur de la bahía, de pronto se encontró cerca de un grupo que acababa de llegar en dos canoas, desde el sur. Al acercarse a ellos, encontró que eran nueve individuos – tres hombres, y el resto eran mujeres y niños. Una de las mujeres era muy anciana, y tan débil como que necesitó que la sacaran en andas fuera de la canoa y la llevaran hasta la fogata. Parecía que no tenían armas de ningún tipo; pero,por nuestro conocimiento posterior de sus hábitos, y disposición, la probabilidad es que tenían lanzas, arcos y flechas ocultas a la mano. El único implemento que encontramos fue una especie de hacha o cuchillo, hecho de un pedazo de madera torcida, con parte de un aro de hierro amarrado en su extremo. Los hombres estaban vestidos muy ligeramente, tenían solamente protegida la espalda con una piel de lobo, pero las mujeres llevaban grandes mantos de guanaco, como los de los indios patagónicos, con quienes nos contó nuestro piloto que a veces se reunían para hacer trueques. Algunos del grupo devoraban carne de lobo y tomaban el aceite extraído de su grasa, que llevaban en vejigas. La carne que comían era probablemente parte de un lobo marino (Phoca jubata), ya que el señor Sholl encontró entre ellos una parte del cuello de uno de esos animales, que son