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Ene. 1827
SEGUNDA ANGOSTURA.

su deseo, y quedó satisfecho con nuestra promesa de enviarlo a tierra al día siguiente.

Después que fondeamos, el viento aumentó a temporal, en el cual el buque cabeceó tan violentamente que dañó nuestro molinete. Su construcción desde el comienzo fue mala, y las violentas sacudidas recibidas en bahía Posesión le habían hecho mucho daño. Mientras virábamos cable, el apoyo de uno de sus extremos cedió, y el eje del tambor se salió de su lugar, por lo cual algunos pales fueron dañados. Afortunadamente, prevenimos las peligrosas consecuencias y pronto le aplicamos una reparación temporal.

El “Beagle”, debido a sus mejores condiciones para la navegación, había llegado a una posición más avanzada, cerca del extremo NE de la isla Isabel, pero había fondeado en una mala posición de aguas profundas, y recibía la fuerza de la corriente. A la mañana siguiente hicimos un intento de rodear la isla, pero el viento era tan fuerte que nos vimos forzados a regresar, y tuvimos la fortuna de encontrar un buen fondeadero al norte de la isla, lejos de la corriente.

Los patagones, durante el día, mostraban mucha inquietud por haber permanecido a bordo más tiempo que lo que esperaban; pero como parecía que comprendían la causa de su detención, y como su mareo había terminado en cuanto llegamos a aguas tranquilas, poco a poco recuperaron su buen humor y se volvieron muy comunicativos. Tan pronto pudimos entender su pronunciación, sus nombres eran “Coigh”, “Coichi” y “Aighen”. Al territorio detrás de cabo Negro lo llamaban “Chilpéyo”, a la Tierra del Fuego, “Oscherri”, a la isla Isabel, “Túrreterr, a la isla Santa Magdalena, “Shree-ket-tup”, y al cabo Negro, “Oerkreckur”. Los indios de Tierra del Fuego, con los que no tienen relaciones amistosas, ellos los llamaban “Sapallios”. Este nombre era pronunciado en un tono despectivo.

Las características de Aighen eran muy diferentes de las de sus compañeros. En lugar de una nariz chata, la suya era aguileña y prominente, y su rostro era muy expresivo. Tenía buen humor y era fácil de complacer, y cada vez que una sombra de melancolía comenzaba a aparecer, nuestra seguridad de