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May. 1830.
GLACIARES - VISTA - MONTAÑAS.

grande, y justo en lo que que se podría llamar un terreno neutral entre las dos tribus, no era improbable que hubiesen habido muchas reuniones allí, quizás muchas luchas. En la separación, o encuentro de los dos canales, hubo marea alta un cuarto para las cinco de la mañana, y el flujo venía desde el oeste, aproximadamente a un nudo; el reflujo tiraba hacia el oeste aproximadamente con la mitad de esa fuerza. Mucha madera a la deriva y grandes fragmentos de hielo eran transportados por ella. Entre algunas de las montañas, el hielo se extendía tan ampliamente que formaba inmensos glaciares, que miraban hacia el agua desde altos acantilados. Durante una maravillosa bonita y tranquila noche, la vista desde el lado de la fogata, en este estrecho canal, era deslumbrante, aunque limitada. Montañas muy empinadas con densos bosques nos rodeaban por tres lados, y enfrente, distante sólo unas pocas millas, se levantaba una inmensa barrera de montañas nevadas, sobre la cual la luna brillaba intensamente. El agua entre medio era tan cristalina, que su contorno podía ser trazado claramente en ella; pero el silencio sepulcral era a veces roto por masas de hielo que caían de los glaciares de enfrente, cuyo estruendo, y eco parecían las erupciones de un volcán lejano.

"10.-Esta mañana antes del amanecer, estábamos remando y cuando el sol estuvo lo suficientemente alto para observar, estábamos muchas millas hacia el oeste de nuestro lugar de descanso. Después de observar, mientras los hombres cocinaban, obtuve unas pocas demarcaciones y nos preparamos para regresar pues no pretendía ir más lejos hacia el oeste. Vi agua desde ese punto, más de veinte millas hacia el oeste (por el compás) y entonces mi vista era limitada por el giro del canal hacia el sur. En esas veinte millas no vimos la más mínima señal de que hubiese una abertura hacia el norte, una montaña seguía a otra montaña, en sucesión no interrumpida. Tres cadenas de montañas, o cordilleras, se podían localizar, corriendo paralelas unas con otras; y las más cercanas cumbres en la tercera, o más lejana cordillera, que se extendía al norte y al este de mí, continuando, tan lejos como alcanzaba la vista, hacia el norte y el oeste, distante por lo menos unas cinco leguas. Su altura la supuse más o menos en unos cuatro mil pies, y aquella más cercana a mí, en unos dos mil; y aquellos en la cordillera del medio, mencionada