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Dic.1826.
MARISCOS - LUGARES ENTIERRO

consistía sólo de unas pocas especies de coleópteros, dos o tres lepidópteros y dos himenópteros.

Entre los mariscos, los más abundantes eran las ostras, estas con otras tres especies de lapas, un chitón, tres especies de metilus, tres de murex, una de crepidula y un venus, fueron todo lo que recogimos.

Respecto al terreno, cerca de la orilla del mar, hay un pequeño árbol, cuyo tronco y raíces son muy apreciados como combustible por las tripulaciones de las naves foqueras que frecuentan estas costas. Ellos los llaman “piccolo.” La hoja me pareció como si tuviera una espina en ella, y la flor de un color amarillo. También se encuentra una especie de berberis, que cuando madura puede ser una fruta muy sabrosa.

Nuestra corta visita nos dio una opinión poco halagadora de la fertilidad del territorio cerca de este puerto. Del interior fuimos ignorantes, pero, por la ausencia de indios y la escasez de agua dulce, es probable que sea muy escaso de pastizales. Falkner, el misionero jesuita, dice que estas partes fueron utilizadas por las tribus tehuelches como lugares de entierros: no vimos, sin embargo, tumbas, ni ningún rastro de cuerpos, a excepción de la mandíbula antes mencionada, pero posteriormente, en bahía Oso Marino, encontramos muchos lugares en las cimas de las colinas que evidentemente había sido usados para tal fin, aunque entonces no contenían restos de cuerpos. Esto coincide con el informe de Falkner, que después de un período de doce meses, los sepulcros son formalmente visitados por la tribu, y los huesos de sus parientes y amigos son recogidos y llevados a ciertos lugares, donde los esqueletos se disponen en orden, y son engalanados con todas las ropas y adornos que pudieron obtener.

Los barcos zarparon de puerto Santa Elena el 5 de diciembre, y se dirigieron hacia el sur, bordeando la costa hasta el cabo Dos Bahías.

Siendo nuestro objetivo continuar con toda la expedición hasta el estrecho de Magalhaens, el examen de esta parte de la costa quedó reservado para una futura oportunidad. El día 13, habíamos llegado a cincuenta millas de cabo Vírgenes, el promontorio de entrada al estrecho, que estaba directamente por nuestra proa.