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Dic. 1826.
OSTRAS - CUADRÚPEDOS.

tripulantes de las naves foqueras, pero, salvo en la temporada de lluvias, ellos contenían agua salobre. Esta observación es aplicable a casi toda la extensión de la tierra porfídica. Conchas de ostras, de tres a cuatro pulgadas de diámetro, se encontraron dispersos en las colinas, a una altura de trescientos o cuatrocientos pies sobre el mar. Sir John Narborough, en 1652, encontró conchas de ostras en puerto San Julián, pero, por la gran cantidad que han sido recogidas allí últimamente, sabemos que son de una especie diferente de las que se encuentran en el puerto Santa Elena. Ambos son fósiles.

Ningún ejemplar reciente del género Ostrea fue encontrado por nosotros en cualquier parte de la costa patagónica. Narborough, al darse cuenta de esto en puerto San Julián, dice, "Ellas son los más grandes conchas de ostras que haya visto alguna vez, algunas seis, otras siete pulgadas de ancho, sin embargo, no encontramos en el puerto ninguna ostra, por lo que concluyo que estaban aquí cuando el mundo fue formado."

El corto período de nuestra visita no nos permite añadir mucho a la historia natural. De los cuadrúpedos vimos guanacos, zorros, conejillos de Indias, y el armadillo, pero ningún rastro del puma (Felis concolor), o león de América del Sur, aunque lo encontraríamos después en el interior.

He mencionado que una manada de guanacos estaba pastando cerca de la orilla cuando llegamos. Hicimos todo tipo de esfuerzos para obtener algunos de los animales, pero, ya sea por su timidez, o por nuestra ignorancia sobre la manera de atraparlos, lo intentamos en vano, hasta la llegada de un pequeño barco lobero, que habían acudido presuroso en nuestra ayuda, cuando divisó el fuego que habíamos hecho accidentalmente, pero que ellos pensaron que eran señales de un desastre. Mataron a dos, y enviaron parte de la carne al "Adventure". Al día siguiente, el Sr. Tarn logró derribar uno, una hembra, que una vez descuerada y limpia, pesó 168 libras. Narborough menciona haber matado a uno en puerto San Julián, que, "una vez limpio, pesó 268 libras." El carácter vigilante y cuidadoso de este animal es muy notable. Cada vez que una manada se pone a pastar, uno de ellos es colocado, como un centinela, en una altura, y, ante la aproximación de un peligro, da inmediatamente la alarma mediante un fuerte relincho, todos se alejan, galopando, hasta la próxima colina, donde en silencio reanudan su alimentación,