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Jun. 1829.
HIELO Y NIEVE - ENCUENTRO CON EL ADELAIDE.

la consecuencia fue, que estuvimos extremadamente fríos, ya que hubo una fuerte helada, y había caído mucha nieve por todos lados. La noche siguiente fuimos más sabios, y redujimos nuestra carpa a las dimensiones más pequeñas.

“28. temprano en la mañana reanudamos nuestra búsqueda. Tenía un cronómetro conmigo, pero como nunca vimos el sol, ni siquiera una estrella, habría sido lo mismo sin él. A remo y vela hacia la esquina más al norte primero, pero no encontramos una abertura, y entonces fuimos hacia el este, con una fuerte y favorable brisa. Pasando la punta Hope me sentí seguro de encontrar un paso, porque delante mío estaban las cimas de las montañas vistas desde el seno Otway. Fui, sin embargo, defraudado, el golfo terminaba en dos ensenadas, o entradas, desconectadas con otras aguas: asi que regresamos a punta Hope y varamos el bote. La noche transcurrió muy bien, en un lugar protegido entre árboles, aunque la nieve caia copiosamente. Temprano en la mañana siguiente dejamos la costa, habiendo empleado un cuarto de hora en sacar la nieve fuera de nuestro bote. Cuando partimos, nevaba fuerte pero sin viento, y gobernamos por el compás hacia la Esfinge. Dibujé lo que pude ver del lado sur de este golfo, pero no consideré que valiera la pena atrasarnos más, con este tiempo, en un lugar tan sin importancia , mientras la ansiedad de que el Beagle debería llegar a Chiloé antes de sus provisiones estuvieran agotadas y de que yo debería encontrarme con el Adelaide antes de dejar el Estrecho. Si alguna vez se hace un levantamiento minucioso de este golfo, debería ser después que todos los otros hayan sido examinados, porque este es completamente inútil. La temperatura del agua en su interior encontramos que era de 40° Fahr. Desembarcamos en la isla Santa Ana, hbiendo recorrido cerca de treinta millas desde la mañana, y entonces navegamos cruzando el Estrecho, llegando al pequeño buque de Su Majestad, encontrando que el Adelaide no había pasado aún. Todo se veía frío e invernal, todas las cosas cubiertas con nieve; y nuestras velas estaban muy congeladas, por primera vez.

“Julio 1. Después de sacudir las velas, zarpamos con la nave a encontrar al Adelaide, la cual había sido vista viniendo hacia nosotros. Fui a bordo, y encontré a todos bien. También ellos, al intentar fondear afuera de la isla Carlos III, habían, igual que nosotros, sido sacados: