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Jun. 1829.
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DESGASTE Y ROTURA - SUBE LA CRUZ.

“Como ejemplo, puedo mencionar, que un cuidadoso compatriota del norte llevó con él, cuando dejó el Beagle, dos pares de zapatos nuevos (además de los que tenía puesto), y tres pares de calcetines nuevos; pero trajo de vuelta solo un par de calcetines hecho jirones y los restos de un zapato. Los otros habían sido limpiamente desgastados, o perdidos, trepando sobre las rocas y subiendo montañas.

“Una altura subida por el teniente Skyring era tan empinada, que los hombres se vieron obligados a pasar los instrumentos de uno a otro, con gran riesgo de sus propias vidas; y cuando llegaron a la cumbre, el viento era tan fuerte, que un pesado teodolito y base, firmemente colocado, fue derribado; y aun un compás Kater apenas podía ser utilizado.

“Con buena ropa y provisiones, el tiempo puede casi ser desafiado, y el trabajo puede ser hecho en los momentos menos desfavorables; pero sin ellos, el mal humor y la mala salud deben inevitablemente aparecer en un clima como este.

“14, domingo. Tuve la satisfacción de mantener este día de una manera adecuada, por primera vez desde que entramos en el Estrecho. Tanto había dependido emplear cada minuto de nuestro tiempo mientras el tiempo lo permitía, que habíamos tenido poca distinción de los días.

“17. Tuvimos una bonita mañana, sin mucho viento, aunque un fuerte helada, dejé el buque con el Sr. Murray y cuatro hombres, y desembarcamos en bahía Fortescue, con la intención de ascender el monte 'De la Cruz' si la nieve y el hielo no me lo impedían.

“En la playa, cerca del agua, suspendí el barómetro de montaña, y lo dejé media hora antes de que empezáramos el ascenso, el cual, debido a que la capa de nieve era muy profunda, fue problemático, ya que al dar un paso una roca dura recibía el pie, y al siguiente, quizás, un profundo agujero entre árboles rotos. Aveces caíamos de cabeza dentro de la nieve blanda, que ligeramente cubría ramas musgosas podridas, y terreno pantanoso; y en otras, nos deslizábamos entre los troncos ocultos de los árboles, los cuales, aunque muy podridos, eran lo suficientemente duros para causar más de un moretón. Cada movimiento de nuestros brazos o piernas provocaba una lluvia de nieve de los árboles, por entre los cuales avanzábamos.

“Al mediodía llegamos a la parte que está despejada de bosque, pero