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Jun. 1829.
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SENO NEVADO - MALAS NOCHES.

“3. Comenzamos al amanecer, y trabajamos, de un punto a otro punto, dentro del seno, pensando que era un canal. Dos buenos fondeaderos fueron encontrados en el lado oeste, pero ninguno en el este, excepto una insignificante caleta entre la isla pequeña y la tierra, que sólo abrigaría una nave pequeña. La noche la pasamos en una isla cinco millas dentro del seno. Llovió fuerte una hora antes que desembarcáramos, y después toda la noche. Nuestro descanso no era el más conveniente, ya que el suelo estaba húmedo y pantanoso.

“Dos de la tripulación del bote se metieron en un agujero debajo de un árbol pensando que estarían más calientes, pero en el medio de la noche se quejaron de que no eran capaces de levantarse, y que estaban medio congelados.

“4. La lluvia cesaba a ratos esta mañana, pero el viento continuaba. Después de ir a la parte superior de la isla, bogamos y navegamos hacia adelante, no teniendo dudas de que pronto llegaríamos al seno Ballena. Al mediodía, el paso pareció sospechosamente pequeño; aunque no podía dudar de la buena y gran abertura que figura en nuestras cartas antiguas, continuamos hasta que la costa hizo un giro repentino, cuando, para mi asombro, vi un alto y negro acantilado que detenía cualquier avance. Después de un caluroso gruñido, nos devolvimos, y desembarcamos para buscar un lugar donde dormir. No pudimos encontrar un punto que no estuviera húmedo como una esponja; pero la noche se acercaba, y nos obligó a quedarnos donde estábamos. Fue un frío glacial, todos estábamos empapados, la tierra era un mero pantano. No pudimos encender una fogata, y la helada fue fuerte.

“Después del amanecer del 5, conseguimos hacer una gran fogata, y estuvimos dos horas secando nuestras ropas, y calentándonos nosotros mismos. Con el fin de aligerar el bote, nadie llevaba más ropa, desde que dejamos el cúter, que aquella que llevaba puesta, excepto una camiseta. Nos devolvimos rápido hacia la isla Carlos III, pasando algunos glaciares muy notables, uno de los cuales parecía un enorme río congelado, cubriendo todo el costado de una montaña. Muchas partes eran de un color azul transparente, el cual, contrastaba con la blancura de la nieve de otros, y con las sombras negras de los lugares de roca pelada, tenía un efecto muy llamativo. Al mediodía, salimos del seno, y gobernamos hacia isla Carlos III, con una