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May. 1829.
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CÚTER A SALVO - CERROS BEAGLE.

el cúter, y caímos dormidos ; pero antes del amanecer fui despertado por alguien, y para mi alegría, vi al teniente Stokes parado junto a mí. Había llegado recién con el cúter, habiendo mantenido el viento hasta que la mar disminuyó; y desde ese momento habían estado remando hacia este lugar: con el sentimiento de agradecimiento que todo el personal estaba durmiendo como fácilmente se podía suponer.

“21. Esta mañana creo que nadie despertó antes de las diez. Secando nuestras ropas, y colocando las embarcaciones en condiciones, ocupamos la mayor parte del día. Nuestro tiempo era ahora tan corto, además de que habíamos casi consumido nuestras provisiones, que desistí de la idea de cruzar el seno Otway, y decidí regresar casi por el camino por el que vinimos, después de tomar unas vistas desde las tierras altas.

22. Heló fuerte, durante la noche pasada y este día, endureciendo la tierra, y con cuatro tripulantes de mi bote, caminé hacia los cerros Beagle. Nuestro camino condujo a través de un bosque disperso, el único visto en el lado norte del canal, y en el cual la mayoría de los árboles parecían haber sido quemados. Llegamos a la cima de las alturas poco después del mediodía, y fuimos ampliamente recompensados por una amplia vista.

“Aunque no más de ochocientos pies sobre el mar, pude distinguir los cerros de Gregory (tan claramente como para ver su color amarrillento); cabo Bartolomé, las islas Nassau, el cabo Monmouth; los altos picos sobre el cabo Froward, las cadenas de montañas desde allí al canal Jerónimo, y desde el Jerónimo, al oeste de todos aquellos carca de cabo Phillip, y cabo Parker, y la extensión completa de los senos Otway y Skyring; el último rodeado hacia el NO por cerros bajos, de cerca de seiscientos u ochocientos pies de alto. Al norte de los cerros Beagle, una cadena de altibajos similares se extendía ; y hacia el este una sucesión de lagunas, cruzaban completamente la tierra plana hacia puerto Peckett.

Dejamos un memorial, incluido una plomada, al pie de un poste hundido en la tierra; pero el aire estaba tan frío, que los hombres que querían agregar sus nombres, fueron incapaces de grabarlos en la plomada, eran las ocho antes que volviéramos a nuestro vivaque, muy fatigados por el trabajo del día.

“23. Entré en un wigwam, donde había una mujer