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May. 1829.
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SORPRESA Y ASTUCIA DE LOS NATIVOS.

haciéndonos señales de que debíamos cavar en la tierra por ella. Fuimos allí, y cerca de un lugar de aspecto verde encontramos un poco de agua buena. Entonces desembarcamos, y disfrutamos de nuestro desayuno a la una, estando un poco sedientos.

“Los nativos estaban todavía con nosotros; parecían curiosos y astutos; y mostraron una gran sorpresa con el sextante y el horizonte artificial, por lo cual se sentaron, mirando atentamente lo que hacíamos. Puse mi reloj en sus orejas; se asombraron mucho, y cada uno vino en su turno a escuchar su marcha. Les señalé el reloj y luego el cielo; Agitaron sus cabezas y de repente se vieron muy serios, que por su comportamiento en este caso, y por lo que pude entender de sus signos, sentí la seguridad que ellos tenían una idea de un ser superior, aunque no tienen nada como una imagen, y no nos aparecen que tengan alguna forma de adoración. Pudimos aprender apenas algunas palabras de su idioma, por el ardid de repetir cuanto nosotros decíamos.

“Vieron como encendíamos el fuego, mediante un yesquero, y lo tomaron aprovechando una oportunidad en que estaba fuera de la vista. Nuestra pérdida no fue conocida hasta que salimos del lugar, cuando ese material necesario fue echado de menos. Era evidente que ellos lo habían robado, y mientras estaba meditando una represalia, uno de nuestros hombres por casualidad pisó sobre la caja perdida, la cual estaba astutamente escondida debajo de la arena. Después de este descubrimiento, parecieron más bien inclinados a pelear , todos tenían cachiporras , mientras que nuestros hombres parecían que no tenían armas. Sin embargo, nos separamos sin pelear.

“Las características de estas personas diferían de aquellas de los fueguinos que habíamos visto anteriormente, eran mejor formados , y tenían una expresión menos ladina.

“Remamos de allí a lo largo de una costa baja hasta la tarde, cuando una tierra distante comenzó a mostrarse, tendiendo hacia el norte y hacia el este, limitando este supuesto mar interior. Al anochecer descubrimos una abertura, que parecía ser un río o un canal, me dirigí a su orilla norte, donde aseguramos los botes por la noche en un lugar que denominé caleta Donkin, como una muestra de respeto al conservador de la carne, a quien le habíamos estado tan a menudo agradecidos. Un poco de esta carne, mezclada con aves salvajes y un poco de apio silvestre, hacían una saludable y