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Mar. 1829.
SEPULTURAS INDIAS - ADELAIDE.

que se propagó, y pronto se unió a la que el Sr. Tarn había hecho. Su unión probablemente quemó muchas leguas cuadradas de territorio.

El 27, estábamos todavía detenidos por un ventarrón del sur. El comandante Fitz Roy me acompañó en la búsqueda de sepulturas indígenas, que se describen que están en la cima de los cerros. Encontramos los restos de dos, una de los cuales había sido recientemente afectada, pero la otra había sido abierta en un tiempo considerable.

No habían quedado vestigios de huesos. Se dice que el cadáver se extiende en dirección este oeste, en la parte superior de la cumbre más alta del cerro, y luego es cubierto con grandes piedras hasta que quede seguro contra las bestias de caza. Tiene lugar la descomposición, o la carne es consumida por animales pequeños o los insectos, sin que los huesos sean removidos, de modo que los esqueletos completo son formados. De acuerdo con Falkner, los huesos son recogidos en un período determinado, y llevados a algún cementerio general, donde los esqueletos son dejados, y adornados con todas las galas que los indígenas pueden juntar. La avidez que manifiestan por las cuentas y otras bagatelas ornamentales es, quizás, debido por el deseo de adornar los restos de sus antepasados.

La mañana siguiente dejamos la bahía Oso Marino y nos dirigimos a San Julián, fuera de la cual fondeamos por algunas horas, mientras el comandante Fitz Roy entraba al puerto para buscar al Adelaide, o algún vestigio de la visita del teniente Graves. Al no encontrar nada en el puerto, ni ningún rastro sobre la orilla, nos fuimos al cabo Buen Tiempo, y en nuestra ruta nos encontramos con el Adelaide. Después de separarse de nosotros durante el temporal en el cual todas sus velas fueron partidas, ella se fue a puerto Deseado, donde llegó primero, y, al no vernos, continuó a los otros dos lugares de reunión, y estuvo al ancla por ocho días en las afueras de cabo Buen Tiempo. Al encontrar que no estábamos allí, ella estaba regresando a puerto San Julián, cuando la encontramos.

Estando el tiempo calma, tan buena oportunidad para suministrar al Adelaide con provisiones no fue perdida, y ella fue aprovisionada para seis meses.

El 1 de abril estábamos a la cuadra del cabo Vírgenes, y nos separamos del Beagle y el Adelaide; el comandante Fitz Roy había previamente recibido mis órdenes para que continuara a través del estrecho de Magallanes, y que enviara al Adelaide a levantar los canales Mag-