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Ago.-Sep. 1828.
BRASILEÑOS.

Pasamos el cabo Vírgenes poco después del ocaso, y continuamos en nuestro rumbo con rapidez.

El suministro oportuno de la carne de guanaco había frenado sin duda el escorbuto, porque no tuvimos nuevos casos que sumar a la lista de enfermos, que ahora ascendía a veinte. El Beagle no estaba tan enclenque; pero, durante el último crucero, sobre cuarenta casos, principalmente del pulmón, habían ocurrido, y varios aún no se habían recuperado. Durante la navegación, un hombre cayó por sobre la borda del Beagle, en la noche, y se ahogó.

En latitud 45° S. estuvimos detenidos tres días, por vientos del norte y un tiempo con neblina húmeda, después de lo cual un viento fresco del SO nos llevó hasta el Río de la Plata. Habiendo obtenido buenas observaciones cronométricas en la tarde, continuamos navegando durante la noche, con la intención de pasar al oeste del bajo Arquímides; lo que habría sido más bien un paso temerario, si no hubiéramos estado bien seguros de la exactitud de nuestra estima cronométrica. En este momento Brasil y Buenos Aires estaban en guerra, y algunas naves de la escuadra bloqueadora del primero esperábamos encontrarlas en la boca del río, pero no vimos ninguna, hasta las dos y media de la mañana, cuando varios veleros fueron vistos anclados a sotavento, y pronto estuvimos cerca de un escuadrón de bergantines y goletas, cuyo número era evidente por la confusión de luces, cohetes y mosquetería, a bordo de cada buque. Disminuí para pasar al habla del más cercano, que resultó ser la del comodoro, el Marañón de dieciocho cañones; y al acercarnos, para explicarles quienes éramos y que hacíamos; ellos estaban tan confundidos, que ni yo pude hacerme entender. La brisa, en ese momento, había disminuido tanto, que, temiendo colisionar al bergantín, nos paireamos, y ordené fondear. Desgraciadamente un eslabón falló, y antes que pudiésemos largar la otra ancla, los brasileños habían disparados sus mosquetes varias veces contra nosotros, felizmente sin causarnos ningún daño, y nos amenazaron, si no fondeábamos inmediatamente, con una andanada, la que ante la total confusión, me asombró que no la disparasen. Habiendo fondeado, y arriado la gavia y el velacho, envié una embarcación a informarles a los brasileños quienes éramos, y solicitarles, que en atención al número de