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Ago. 1828.
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BAHÍA GREGORIO - NATIVOS.

nosotros fondeado en puerto Pecket antes de que entráramos en la Segunda Angostura.

Tras fondear en cabo Gregorio, dos o tres patagones fueron vistos en la playa, y antes que pasara media hora otros se les unieron. Al atardecer varios toldos, o carpas, se habían levantado, y un gran número de gentes había llegado. Cuando el Adelaide fue por primera vez a puerto Pecket, el Sr. Tarn le dijo a los indígenas, que el Adventure estaría en bahía Gregorio en veinticinco días, y, por casualidad, llegamos puntualmente en la fecha. Los patagones deben haber estado en camino para encontrarnos, porque no podrían haber viajado desde puerto Pecket en el corto espacio de tiempo en que estuvimos a la vista. Para su gran mortificación, sin embargo, no pudimos comunicarnos con ellos esa tarde, y al día siguiente el tiempo estuvo tan malo que no pudimos ni siquiera arriar una embarcación. Al mediodía el viento soplaba más fuerte de lo que nunca había presenciado, pero como estábamos en un buen tenedero, y el agua estaba llana, no esperábamos ningún peligro.

Cuando los chubascos de nieve cesaron; miramos hacia los patagones, con la total expectativa de ver sus chozas derribadas: - para nuestro asombro, ellas habían resistido la tormenta, a pesar de encontrarse en una ubicación muy expuesta. Contamos doce o catorce de ellos, y a juzgar por nuestra experiencia anterior del número que correspondía a cada uno, deberían haber habido, por lo menos, ciento cincuenta personas reunidas. Durante la tormenta se mantuvieron juntos; y solamente de vez en cuando un solitario individuo fue observado ir de un toldo a otro.

Habiendo mejorado el tiempo, el Beagle y el Adelaide se nos unieron al día siguiente. Ellos pasaron la tormenta, sin accidente, frente a la entrada de puerto Pecket. La mañana siguiente estuvo buena, por lo que nos preparamos para continuar; pero antes de levar desembarqué, y me comuniqué con nuestros viejos conocidos. María estaba con ellos, y, si es posible, más sucia, y más avara que nunca. Recogimos la carne de guanaco que habían traído para nosotros; distribuí unos pocos regalos, y regresé a bordo.

El Adelaide trajo mil seiscientas libras de carne, las cuales, con las que obtuvimos primero, sumaban casi cuatro mil