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May. 1828.
DESCANSO - VERGAS - SENO HOPPNER.

el 9 de mayo hubo una sucesión de tormentas, acompañadas por un casi incesante y fuerte aguacero, que impidieron que la nave fuese movida, pero resultaron, en cierto sentido, ventajosas, porque proporcionaron un oportuno cese del trabajo para la fatigada tripulación, y obligaron al comandante Stokes tomar un pequeño descanso, que él tanto requería, pero lamentaba permitírselo, al que se sometió a regañadientes. Continuó su diario el 9 de mayo, afirmando que “Entre las ventajas que presenta este admirable puerto para la navegación, una capital parece ser el abundante crecimiento de sólida y bien formada madera, con las cuales sus costas, aún hasta el borde del mar, están estrechamente cubiertas, con las cuales una fragata de las más grandes puede obtener palos lo suficientemente largos como para reemplazar un mastelero, vergas del velacho, o aún una verga baja. Con el fin de tratar de saber cual era la calidad de la madera, para, que en caso de emergencia, fuera empleada en un estado inmaduro, envié al carpintero con su gente a cortar dos palos para un mastelero del juanete y un verga. Los que trajeron a bordo eran hayas; la más grande de trece pulgadas de diámetro, y treinta pies de largo.

“El 10, como el tiempo había mejorado, el Beagle fue movido hasta la cabeza de la entrada, a un fondeadero en el seno Hoppner, y el 11 fui con el teniente Skyring a examinar la abertura, en cuyas afuera estábamos fondeados.

“En cada lado de ella encontramos calas, tan perfectamente protegidas y con tan inagotable suministro de agua dulce y de combustible, que lamentamos que no estuviesen en una parte del globo donde tales ventajas pudieran beneficiar a la navegación. La profundidad del agua al medio del canal era generalmente de cuarenta brazas; en las bahías, o calas, variaba desde dieciséis a veinticinco brazas , siempre con fondo de arena. Vimos muchos lobos de dos pelos, cardúmenes de delfines de color blanco y negro, y aves del tipo habitual en número considerable. En varios lugares de la costa habían partes de esqueletos de ballenas; pero no vimos animales de cuatro patas, o el más mínimo rastro de un asentamiento humano. La inusual pureza de la mañana, la suavidad del agua, y la proximidad de las altas montañas adyacentes, cubiertas hasta casi su cima con el máximo follaje, con todas