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Abr. 1828.
MONTAÑAS - WIGWAMS INDÍGENAS.

propósito de obtener demarcaciones de puntos remotos, él me comentó – que recorrió muchas millas en el ascenso hasta de alturas moderadas; la tierra era muy alta y muy irregular, las montañas parecían no seguir ninguna dirección uniforme, y la cadena más larga que observó no sobrepasaba las cinco millas. La tierra plana entre las alturas nunca fue más de dos millas en extensión, el terreno era siempre pantanoso, y generalmente habían pequeños lagos que recibían el drenaje de los arroyos montañosos. En verdad todo el terreno parecía roto y desconectado.

“Algunas de las montañas se les determinó tener una altura de 2.500 pies, pero la altura general era de de alrededor de 2.000 pies. Una isla grande, en el lado norte del puerto, es un excelente lugar de aguada, en la cual los toneles pueden ser convenientemente llenados en los botes. También es un objeto de gran belleza natural: el cerro, que forma su lado oeste, se eleva setecientos u ochocientos pies, casi perpendicularmente, y cuando se mira desde su base en un bote, parece fantástico: está revestido con árboles, entre ellos el canelo de hojas verde claras, y las flores rojas de las fucsias, que unen sus tintes con el follaje más obscuro de los otros árboles. Esta parte perpendicular se extiende hacia el norte hasta encontrarse con el cuerpo de la montaña, la cual es arqueada en una espaciosa caverna, de cincuenta yarda de ancho y unos cien pies de alto, cuyos lados están revestidos con el rico crecimiento de arbustos; y ante ellos desciende una cascada por la cara escarpada de la montaña.

“En la orilla encontramos dos wigwams indígenas, y los restos de un tercero; pero evidentemente habían sido abandonados hacía tiempo, ya que el pasto había crecido tanto alrededor como dentro de ellos a una altura de más de un pie. Estos wigwams eran exactamente iguales a aquellos del estrecho de Magallanes: uno era el más grande que yo había encontrado, tenía dieciocho pies de diámetro. Las únicas aves terrestres que vi fueron dos búhos, que pasaron junto a nosotros después del atardecer con un ruido de chirrido.

“En los pedazos de playa de arena, en el puerto interior, lanzamos la red de cerco, pero sin éxito; esperábamos encontrar aquí abundantes peces, ya que habíamos visto muchos lobos marinos en las rocas de afuera, y por encontrar el agua un tanto roja por el