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Jun. 1828.
VISITA DE LOS FUEGUINOS.

que, por orden mía, fue extendida alrededor de nuestra propiedad, una restricción que nadie trató de evadir. Al atardecer se les dijo a todos que se fueran, e inmediatamente, como también con alegría, cumplieron.

La mañana siguiente, y en verdad durante todo el día, la vecindad de los wigwams mostraba la apariencia de una feria. Los visité, y encontré de que no solo habían reparado un wigwam antiguo, sino que levantado otro. Los dos juntos contenían a todo el grupo, consistente en veintiséis individuos, entre los cuales había un anciano y dos mujeres ancianas. Habían traído una colección completa de canastos, arcos y flechas, puntas de piedra de cuchillos, etc., para venderlos a nuestra gente, quienes siempre habían mostrado ganas de poseer estas curiosidades. Las puntas de los cuchillos eran hechas generalmente de obsidiana; pero la mayoría eran de botellas de vidrio quebradas, que habían recogido cuando nos visitaron el último año. Unas pocas sartas de cuentas compraron todas sus riquezas, después de lo cual vendieron sus perros, y el Sr. Graves obtuvo uno por un cuchillo y un collar de cuentas. Era un notable y bravo animal, que mostró gran reticencia a ser manejado por nuestra gente, muchos de los cuales fueron mordidos en sus intentos de llevarlo al bote.

Por la noche una de las canoas fue enviada a recoger mariscos, probablemente erizos, en el arrecife de bahía Rocky. A la mañana siguiente todos sus bienes fueron embarcados, y luego llevaron sus canoas a la playa, cerca de las carpas, donde algunos de sus hombres desembarcaron. No tenían nada que ofrecer a cambio de las varias cosas que los tentaban, y comenzaron a ponerse fastidiosos. Uno de ellos, el individuo que le lanzó una piedra al sargento, persistiendo en pasar la frontera que estaba marcada en el suelo, lo que ninguno de ellos antes se atrevió hacer, fue empujado por el centinela; trás lo cual corrió hasta su canoa y sacó varias lanzas, sin duda con la intención de forzar su paso; pero la aparición de dos o tres mosquetes lo hizo recapacitar, y las lanzas fueron devueltas a la canoa; después de lo cual se volvió tranquilo, y aparentemente amigable. Este asunto, sin embargo, fue seguido pronto por su partida, lo cual me dio mucha satisfacción.