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Jun. 1828.
INUNDACIONES - RELÁMPAGOS - ESCORBUTO.

fue de inmediato equipado con manivelas por fuera, para izar sus botes cuando esté en puerto.

El invierno avanzó rápidamente; el suelo estaba constantemente cubierto de nieve, de uno a dos pies de profundidad, y cada noche cayó más. En la primera parte de junio tuvimos una tormenta de viento del NO, que inundó las tierras bajas hasta donde se levantaban nuestra carpas; pero afortunadamente la carpa grande había sido accidentalmente colocada en una parte más alta, por lo que escapó. Esta inundación llenó, y , por supuesto, estropeó el agua de todos los estanques alrededor de las carpas; por lo que después tuvimos que conseguir nuestro abastecimiento desde una distancia considerable.

El 8 de junio muchos relámpagos fueron observados hacia el norte, y repetidos ruidos fueron escuchados retumbando, que se prolongaron por largos períodos; uno duró claramente por el espacio de veinte minutos. Al principio, pensamos que eran erupciones de algún volcán distante; pero por los frecuentes relámpagos, probablemente eran los ecos de los truenos, resonando a través de los profundos barrancos que cruzan las crestas rocosas de la Cordillera, de la que estábamos a una distancia por lo menos de unas ciento cincuenta millas.

Siguió una sucesión de malos tiempos, durante los cuales el barómetro fluctuaba rápidamente. El día 14, el mercurio cayó a 28,17 pulgadas, después de lo cual subió gradualmente, con el buen tiempo que tuvimos, hasta que llegó a los 30,50, cuando el mal tiempo nuevamente se estableció. La gente en las carpas experimentó otra inundación. Si el agua hubiese subido seis pulgadas más, se habría llevado todo; y como el viento soplaba directamente sobre la orilla, mientras un fuerte oleaje golpeaba la playa, les habríamos podido prestar muy poca ayuda desde el buque.

El rigor del tiempo nos trajo un acompañamiento más desagradable. El escorbuto apareció, y aumentó; mientras que la muerte accidental de un marinero, ocasionada por la caída por una escotilla, seguida por el fallecimiento de otro dos, y también del Sr. Low, del Adeona, cuyo cuerpo fue traído para su entierro, tendió a crear un abatimiento entre los tripulantes al que no encontraba la forma de detener. La monotonía de sus ocupaciones, el aspecto escalofriante y lúgubre del terreno, y el rigor del clima, tendían a aumentar el número de