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Abr. 1828.
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FUEGUINOS.

la tripulación del Saxe Cobourg, estas varas fueron vistas en poder de los indios.

Una buena mañana (11) nos indujo salir de este tranquilo fondeadero, para examinar las ensenadas de la costa sur; y en la tarde el ancla se dejó caer en un lugar conveniente, en el lado oeste de la entrada oeste, llamada por nosotros caleta Warrington. Mientras cruzábamos la bahía desde punta Elvira, la extremidad norte de la isla Cayetano, fueron observadas varias “fumarolas” en las tierras bajas, en el fondo de la ensenada; y después que fondeamos nos visitaron dos canoas, conteniendo seis hombres, cuatro mujeres y dos o tres niños. Se aproximaron con mucha cautela, pero no los pudimos inducir que atracaran a nuestro costado. Por fin, los hombres desembarcaron, y nos invitaron a que nos comunicáramos con ellos. Por lo tanto fui a tierra con dos o tres oficiales, y permnecimos con ellos media hora, durante la cual perdieron poco a poco la desconfianza que habían mostrado al principio. Pero cada hombre llevaba todavía una cantidad de guijarros en la esquina de su envoltorio, listos para repeler cualquier ataque que pudiésemos hacer contra ellos, del conocimiento que hemos obtenido ya de sus carácter, creo que es probable que hayan cometido recientemente algún acto de agresión contra un barco lobero, y estaban temerosos de las represalias. Nuestra conducta tendió a asegurarles nuestra amistad, y, poco después que dejamos la orilla, ellos vinieron a nuestro costado en sus canoas, y fueron muy familiares, intercambiando ansiosamente sus collares y canastos. En su desplazamiento hacia nosotros probablemente desembarcaron sus bienes más valiosos, tales como las pieles de nutria y lobo marino, así como sus armas y perros, sin los cuales nunca se alejan mucho.

Los nativos de esta parte son considerados por los loberos como los que tienden a ser los más maliciosos que cualquier otros en el Estrecho, o en la Tierra del Fuego. El aspecto de nuestros visitantes estaba sin duda en contra de ellos; pero no cometieron durante los dos o tres días de comunicación, ningún acto del que pudiéramos quejarnos, o ser causa de sospecha de su honestidad y amistad. Nosotros, sin embargo, mantuvimos también buena vigilancia, que les permitiera tomar ventaja de nuestra aparente buena naturaleza.

Entre los arbustos en lo alto de la playa había tres wigwams, pero los indios no tenían intención de permanecer con nosotros durante la