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Abr. 1828.
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BALLENAS - ESTRUCTURA - PAISAJE.

con ellos. Eran tan ruidosos como de costumbre, y apuntaban hacia la orilla, invitándonos a desembarcar. Uno de ellos, que se puso de pie en la canoa mientras pasábamos, estaba adornado en torno del pelo y el cuerpo con plumas blancas.

En esta parte del Estrecho abundan las ballenas, los lobos de mar, y los delfines. Mientras estábamos en la caleta Bradley, observamos la notable aparición del agua arrojada en chorro por las ballenas; colgaba en el aire como una nube plateada brillante, que era visible a simple vista, a una distancia de cuatro millas, durante un minuto y treinta y cinco segundos antes de desaparecer.

Una mirada a la carta de esta parte del Estrecho mostrará la diferencia de la estructura geológica de las costas opuestas. La costa norte, desde el cabo Froward a puerto Gallant, forma una linea recta, con apenas una proyección o un seno, pero en el lado opuesto hay una sucesión de entradas, rodeadas por montañas cortadas a pico, que están separadas por barrancos. La costa norte es de pizarra. Pero la otra es principalmente de jade, y sus montañas, en lugar de levantarse en picos agudos, y crestas estrechas dentadas, son generalmente de cumbres redondeadas. La vegetación en ambos lados es casi igual de abundante, pero los árboles de la costa sur son mucho más pequeños. El haya de hojas lisas (Fagus betuloides) y el canelo son los árboles principales, pero aquí y allá se observó un árbol pequeño, como un ciprés, que no crece hacia el este excepto en los lados del monte Tarn, en los que sólo alcanza una altura de tres o cuatro pies.

El paisaje de esta parte del Estrecho, en lugar de ser como lo describe Córdova, “horrible”, es en esta estación extremadamente impresionante y pintoresco. Las montañas más altas sin duda están desnudas de vegetación, pero sus afilados picos y cumbres cubiertas de nieve ofrecen un agradable contraste con las colinas más bajas, densamente cubiertas con árboles que llegan hasta el borde del agua, las cuales están rodeadas por masas de roca desnuda, salpicada de helechos y musgos, y respaldadas por el rico follaje verde oscuro de los arbustos de calafate y madroños, con hayas, aquí y allá, que recién comienzan a adquirir su tonos otoñales.

Al maniobrar en la estrecha entrada de puerto Gallant, la