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Mar. 1828.
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FUEGUINOS - BEAGLE ZARPÓ.

gustaban por igual, y se lo tragaban vorazmente. Uno de ellos fue sorprendido sacando el sebo del extremo de la plomada de un escandallo y comérselo, aunque estaba mezclado con arena y mugre.

Antes del atardecer sus canaos fueron enviadas a tierra a preparar los wigwams, operación durante la cual tres de los hombres permanecieron a bordo; y tan pronto como los preparativos estuvieron hechos llamaron a una canoa y se fueron a la orilla. Obtuvimos varias lanzas, canastas, collares, arcos y flechas en el trueque, pero parecía que tenían muy pocas pieles. Quizás las que tenían estaban escondidas en los arbustos, porque ellos no querían desprenderse de ellas.

Una mujer estaba cubierta con un manto de guanaco; otra sólo llevaba una piel de lobo sobre su espalda y hombros, la cual, mientras se ponían en cuclillas en la canoa, era suficiente para cubrir su persona. Otra tenía una raya negra debajo de la nariz, pero era la única mujer entre ellos que estaba pintada así.

A la mañana siguiente los indios nos visitaron con surtido fresco de arcos y flechas, en la fabricación de los cuales habían pasado evidentemente la noche, ya que todos eran totalmente nuevos, los arcos eran de madera verde, y las flechas no tenían siquiera punta. Ellos encontraron, sin embargo, una venta fácil. Uno del grupo era el hombre que había sido echado del barco la tarde anterior, por haber registrado mi bolsillo, pero estaba pintarrajeado con un pigmento blancuzco para engañarnos, y probablemente habría escapado de ser descubierto, si no hubiese por la inusual fealdad de su persona, la que no era fácil disfrazar. Él se desconcertó por nuestro reconocimiento; y nuestra negativa de trocar con él lo hizo enojar y malhumorar.

Las mujeres habían pintarrajeado sus caras por todas partes con ocre rojo brillante, para agregar a su belleza, sin duda.

Zarpamos del puerto por el paso del norte, y cruzamos el Estrecho, fondeando en bahía San Nicolás. El Sr. Graves fue a puerto Bougainville, para comunicarse con el Adeona, y llevar cartas mías para el teniente Wickham. Trajo de vuelta un informe de que todo estaba bien en puerto del Hambre, y que el Beagle había zarpado el 17.

Cuando dejamos puerto del Hambre mi intención era examinar