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Mar. 1828.
FUEGUINOS.

del Adelaide; y algunos días tuvimos fondeadas tres anclas, debido a las muy violentas ráfagas. El termómetro Farenheith variaba entre treinta y seis y cuarenta y seis grados, y tuvimos varias tormentas de nieve, pero la nieve no se quedaba en las tierras bajas.

El 28 el temporal comenzó a disminuir, y hubo un cambio para mejor, pero fuimos nuevamente frustrados, y no fue hasta el 31 que pudimos efectuar nuestro zarpe de este triste y limitado pequeño espacio.

El día anterior a nuestro zarpe, tres canoas, conteniendo en total dieciséis personas, de las cuales sólo seis eran hombres, atracaron a nuestro costado.

Por aproximadamente una hora habían dudado en acercarse; pero una vez cerca de nosotros, fue necesario una muy pequeña invitación para persuadirlo de subir a bordo. Uno estaba vestido con una camiseta, la cual fue reconocida por uno de nuestra gente, que se nos había unido desde el Uxbridge, como haber sido dada a ellos unas pocas semanas antes, cuando el velero pasó a través de canal Magdalena; otro llevaba una camisa de franela roja, y en la canoa vimos una pica de abordaje europea, pintada de verde, y una parte de los herrajes del cúter, quemado en puerto del Hambre durante nuestra ausencia; también algunos vestigios de la embarcación en la que el Sr. Ainsworth se ahogó, estas últimas habían sido encontradas sin duda tiradas en la playa. Ante nuestra pregunta de cómo habían llegado a posesionarse de los herrajes, apuntaron hacia puerto del Hambre; y no tengo duda que ellos estuvieron involucrados en el incendio; pero como como no podíamos explicarles el daño que habían ocasionado, pensé que era mejor no darnos cuenta del asunto, y los artículos se los devolvimos. Podrían no haber tenido idea de que nosotros éramos los dueños de la embarcación, o habrían ocultado todo lo que les pertenecía.

Se comportaron muy tranquilamente durante su permanencia a bordo, con la excepción de uno, que trató de sacar un pañuelo de mi bolsillo, al trasgesor se le ordenó abandonar el buque, y no hubo más intentos de robar. Deseaban ir bajo cubierta, pero esto no estaba permitido, porque el olor de sus personas grasientas era apenas tolerable, incluso al aire libre. En cuanto a la comida, velas de sebo, galletas, carne de res, budín, les