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Ene. 1828.
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TENIENTE SHOLL.

Antes de que había llegado a dos millas de él, el Beagle tocó fondo, pero por suerte logró salir del peligro, porque estaban casi en la plea, y si se hubiesen mantenido encallados durante la corriente, las consecuencias podrían haber sido graves – por lo menos, no habrían podido salir sin haber aligerado la nave de manera considerable. El bergantín resultó ser el Adeona (la nave del Sr. Low) en ruta para encontrarse con el Uxbridge. Al intentar entrar a la angostura, encalló en los bancos de arena, y quedó en seco. A la siguiente marea volvió a flotar, y estaba a punto de continuar la navegación, cuando el Beagle apareció. El comandante Stokes al encontrar que el Adeona no había recibido daño, procedió a bahía Gregorio.

Por la llegada del Beagle nos informamos de la muerte del teniente Robert H. Sholl, después de una enfermedad de diez días. Sus restos fueron enterrados en el puerto San Julián, donde se erigió un lápida en su memoria.

La muerte de este excelente joven fue sinceramente lamentada por todos sus amigos, y por nadie más que yo. Fue nombrado para la expedición, como guardiamarina, únicamente a causa de su gran carácter.

Durante nuestro viaje desde Inglaterra, llamó la atención lo útil que fue salvando el cargamento de un buque, que estaba varado en Port Praya; y a nuestra llegada a Río de Janeiro, el Comandante en Jefe lo nombró para llenar una vacante de teniente a bordo del Beagle, un nombramiento que, hasta el momento de su lamentable muerte, él llenó con celo encomiable y más.*[1]

El 1 de marzo fuimos sorprendido por la aparición de tres europeos caminando alrededor de punta Santa Ana. Se envió una embarcación

  1. * No puedo dejar de anotar aquí la conducta considerada del Comandante en Jefe (Sir George Eyre) con respecto a este nombramiento. Por el tenor de mis instrucciones el Adventure y el Beagle fueron colocados bajo las órdenes del almirante; y la vacante, si hubiese querido ejercer su prerrogativa, podría haber sido ocupada por uno de sus propios seguidores. Fue, sin embargo, dada, a petición mía, al Sr. Sholl, por estar más familiarizado con el servicio que ningún otro guardiamarina del buque insignia. La conducta del almirante, en esta ocasión, llamó por mi más sincero agradecimiento.