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Ene. 1828.
NATIVOS EBRIOS.

baratijas, algunas de las cuales habían intentado de conseguir por hurto. Estaban tan contentos, que no fue sino con mucha dificultad que pudimos convencerlos de bajar a tierra. María había decidido pasar la noche a bordo, y todos estaban tan deseosos de quedarse, que fue sólo dándole a María dos botellas con licor (que había sido bien diluido) lo que los persuadió de embarcarse, y acompañarme a tierra. Estando con la marea a favor, y en la baja, la embarcación varó a una distancia considerable de la playa, viendo esto, algunos indios cabalgaron dentro del agua, nos subieron al anca, y nos llevaron hasta el campamento, mi lugar estaba detrás de María, el olor del manto de piel de zorrillo era apenas soportable, pero fue necesario disimular el disgusto de nuestros compañeros tanto como fue posible, ya que son muy sensibles, y se ofenden fácilmente.

Mientras esperábamos por la marea, fuimos testigos de la escena de la borrachera en el toldo de María. Quince personas, sentadas alrededor de ella, compartían el licor que ella había obtenido a bordo, hasta que todos estuvieron ebrios. Algunos gritaban, otros reían, algunos estaban embrutecidos por el alcohol, y algunos rugían. El alboroto atrajo a todos los otros indios alrededor de la carpa, quienes dieron su ayuda para calmar a sus amigos, y nosotros regresamos al buque. Cuando los visitamos al día siguiente, estaban bastante recuperados, y nos dieron un poco de carne de guanaco, que había sido traída esa mañana. Cuando le comuniqué mi intención de continuar el viaje, María quiso saber cuando terminaría nuestra “temporada de matar lobos” y volveríamos. Le dije que “en cinco lunas”, a lo que ella intentó de persuadirme de regresar en cuatro, porque entonces ella tendría un montón de pieles para cambiar.

Le escribí unas pocas lineas al comandante Stokes, quien, esperaba, llegaría en uno o dos días, comunicándole mi deseo que debería seguir, tan pronto como le fuera posible, a puerto del Hambre, y le encargué el cuidado de esta a María, quien se comprometió entregársela a él, y luego, despidiéndome de ella y sus compañeros, me embarqué, y continuamos a través de la Segunda Angostura hasta un fondeadero en cabo Negro.

Nuestra visita a bahía Gregorio, y la comunicación con los