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Ene. 1828.
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MARÍA VA A BORDO.

perder las ventajas y comodidades derivadas del tráfico los inducirían a reprimir su resentimiento.

No traje licores; por lo cual, después de un corto tiempo, María preguntó, quejándose de que ella estaba muy enferma, y que le dolían los ojos, y que desde hacía un tiempo no había tenido nada más que agua para beber, y madera para fumar. Su enfermedad era evidentemente fingida, pero sus ojos parecían estar muy inflamados; y no era de extrañar, ya que la parte de arriba de su cara estaba untada con un pigmento rojo ocre, incluso hasta el mismo borde de los párpados: de hecho, toda la tribu se había adornado de la misma manera, en elogio, supongo, de nuestra visita.

Mientras me preparaba para regresar a bordo, La importunidad de María me indujo a permitir que ella me acompañara; tras lo cual comenzó a reunir todas sus bolsas vacías, mantos viejos, y pieles, y, asistida por su marido, su cuñado, su esposa e hija, se subieron a la embarcación. Mientras iban a bordo, la rociada lavó los rostros pintados de nuestros visitantes, con mucho pesar de su parte.

En cuanto llegamos a la nave, ordené que fueran entretenidos con carne y galleta, de lo cual ellos comieron con mucha moderación, pero tuvieron cuidado de poner lo que quedaba dentro de sus bolsas. Algunos licores y agua, también, que pensé que serían despachados pronto, y los cuales habían sido abundantemente diluidos para evitar que se achisparan, lo vaciaron en botellas para llevarlos a tierra “para la noche”, cuando, como María dijo, estarían “muy borrachos”.

Entre varias cosas mostradas para entretenerlos había una caja de tabaco musical; la cual la había conseguido con el propósito expreso de excitar su asombro; pero me sorprendió encontrar, que una flauta les produjo diez veces más efecto sobre sus sentidos. Esta indiferencia por los sonidos musicales no podría haberla sospechado, porque ellos frecuentemente cantan, aunque de una manera monótona.

Tan pronto como su comida hubo concluido, el grupo, excepto María y las niñas, iniciaron el trueque de sus mantos y pieles, y, cuando sus existencias se agotaron, habían acumulado una gran cantidad de galletas, y un montón de varias