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Ene. 1828.
ENCUENTRO CORDIAL.

y organizaron el campamento. Entre ellos, montada en su caballo blanco, estaba María, quién, debidamente escoltada, se paseó en la playa para intentar nuestro reconocimiento. En el centro del campamento, una gran bandera suspendida de un palo era una señal para nosotros, mostrándonos la ubicación de su toldo.

La mañana siguiente fue de buen tiempo, desembarcamos cerca del campamento, y fuimos muy cordialmente recibidos. María fue particularmente atenta, y me abrazó estrechamente, mientras sus compañeros cantaban a coro una canción de alegría por nuestra llegada.

Cuando llegamos a su toldo, extendieron una esterilla para que me sentara. María y su familia se pusieron delante de mí, mientras el resto se sentaba alrededor. Casi la primera pregunta fue interrogándome por mi hijo Phillip, a quien ellos llamaban Felipe,*[1] y dos o tres pieles me fueron dadas para él. Luego preguntaron por nuestro piloto del viaje anterior, y se decepcionaron mucho al saber que había dejado el buque. Después de una breve conversación le devolví las dos bolsas (que de mala gana tuve que llevarme en nuestra última visita), habiéndolas llenado con harina y azúcar, y luego procedí a entregarle nuestros regalos. A medida que cada artículo era entregado en sus manos, ella repetía, en español, “pagaré por esto”, pero cuando le entregué un freno para su caballo, un estallido general de admiración lo siguió, y fue mostrado alrededor de la carpa, mientras cada individuo, cuando lo tenía al frente, lo miraba, y pienso que ansiaba ser su poseedor.

María entonces comenzó a considerar qué retribución adecuada podría hacerme. El resultado fue, el regalo de dos mantos, uno nuevo, de piel de guanaco y el otro bien gastado, de piel de zorrillo, además de dos o tres pieles de puma. Luego sacó un pedazo de papel, cuidadosamente envuelto en tela, que contenía una carta, o memorándum, dejado por el Sr. Low, capitán del lobero Uxbridge, dirigida a cualquier capitán que navegara el Estrecho, informándole “de la amistosa disposición de los indios, y recalcando la necesidad de tratarlos bien, y no engañarlos; porque tenían buena memoria, y podrían ofenderse seriamente”.

El consejo, sin duda, era bueno, pero creo que el temor de

  1. * Él era muy preferido entre ellos.