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Ene. 1828.
BAHÍA GREGORIO - TUMBA.

estación tres millas dentro de la Segunda Angostura en el lado norte, y en nuestro camino descubrimos que la estructura geológica de los acantilados es una roca arcillosa descompuesta, dispuesta en capas, muy deformada por la acción violenta del agua, y dispersada en direcciones verticales e inclinadas en láminas muy delgadas.

Estos acantilados son de unos cien pies de altura, el suelo un aluvión arenoso, de carácter estéril, escasamente cubierto con una hierba fuerte y mal desarrollada, y aquí y allá arbustos de calafate, cargados de fruta madura, la cual, debido a la pobreza del suelo, era desabrida y seca; la tierra estaba también, en muchas partes, invadida en grandes extensiones con un insípido arándano, que apenas valía la molestia de recoger.

Seguimos a través de la tierra, con el fin de examinar el lugar donde los indios estaban viviendo en nuestra última visita, y la tumba que entonces habían erigido. La hierba había crecido, y borrado las huellas de los pies, pero la tumba no había sufrido ulterior alteración que la del tiempo podía haberla afectado. Encontramos que el lugar había sido recientemente visitado por los nativos, porque a pocas yardas de la entrada estaban esparcidas las cenizas de una gran fogata, conteniendo rastros de las decoraciones antiguas de la tumba, y el extremo de una de las astas de bandera, con la esquina sin quemar de una de las banderas. Entre las cenizas, también, encontramos huesos calcinados; pero si eran humanos o no, no lo pudimos determinar.

El descubrimiento de los huesos nos impresionó con la idea que el cuerpo había sido quemado, lo que me decidió examinar la tumba. Los arbustos que llenaban la entrada parecían estar colocados exactamente como cuando los vimos la primera vez, y en verdad toda la pila parecía haber permanecido sin alteración; pero no había vestigios de los adornos de latón, o de las efigies de los caballos.

Habiendo realizado una apertura en los arbustos, encontramos en el interior una envoltura, echa de pieles de caballo. Habiendo cortado dos hoyos opuestos uno al otro, para la admisión de luz, no vimos nada excepto dos hileras paralelas de piedras, tres en cada fila, probablemente concebidas como andas para el cuerpo o una cubierta para la tumba; pero la tierra alrededor y entre ellas no tenían apariencia