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1827-8.
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COMPRA DEL ADELAIDE.

Caterina permanecimos ocho días, y durante el intervalo necesario para establecer la marcha de los cronómetros, obtuve observaciones magnéticas.

Después de un pesado viaje de diecinueve días desde Santa Catarina, arribé a Montevideo, y allí recibí la información que el permiso largo tiempo deseado del Lord High Admiral, para conseguir una embarcación auxiliar, había sido obtenido. En consecuencia compré una goleta, la cual denominé Adelaide, y nombré al teniente Graves al mando. Cinco meses adicionales de provisiones para ambas naves fueron compradas, y embarcadas, y el 23 de diciembre, después de subir por el río para completar nuestra aguada, zarpamos por la entrada sur, pasando al oeste del banco Arquímedes, y proseguimos sin más detención hacia el sur.

El 1° de enero (en latitud 43° 17' y longitud 61° 9'), fui informado de que estábamos cerca de una roca. Tras subir a cubierta, vi la cosa; pero en muy corto tiempo me di cuenta que era una ballena muerta, sobre cuyo cuerpo medio podrido grandes bandadas de pájaros se estaban alimentando. Muchos a bordo estaban, sin embargo, escépticos, hasta, que nos pusimos a sotavento, el fuerte olor dio fé de la realidad. Su apariencia sin duda era muy parecida a la cima de una roca café obscura , cubierta de algas y percebes, y el sin número de pájaros que la rodeaban se sumaban al engaño. Se podía, sin embargo, distinguirla por su boyantez; ya que el agua no rompía sobre ella, como por supuesto habría sido si hubiese sido un cuerpo fijo. Este es probablemente el origen de la mitad de los “vigías” que se encuentran en las cartas. Las ballenas, cuando chocan con los pesqueros, frecuentemente escapan y fallecen; el cuerpo entonces flota sobre la superficie del mar, hasta que se descompone o es comido por aves y peces. Un velero pequeño que choque contra tal masa, probablemente sería seriamente dañado; y en la noche, el

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  1. concha, que parecía como si la concha aumentaba con el crecimiento del animal. Cuando tantos naturalistas estudiosos tienen diferencias tanto sobre el material como el carácter de los habitantes del argonauta, sería presuntuoso de mi parte expresar siquiera una opinión; por lo que sólo menciono el hecho, y afirmo que en ningún espécimen parecía haber cualquiera conección entre el animal y la concha.