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May. 1827.
CAMPAMENTO PATAGÓN.

De acuerdo con mi promesa, envié a bordo por un poco de tabaco, y mi criado trajo una cantidad más grande de la que había pensado necesaria para la ocasión, la que imprudentemente expuso a la vista. María, habiendo visto el tesoro, decidió tenerlo todo, y cuando seleccioné tres o cuatro libras, y se las presenté, miró muy decepcionada, y se quejó representado su descontento. La acusé de su codicia, y le hablé más bien fuerte, lo que tuvo buen efecto, porque ella salió y regresó con un manto de guanaco, el cual me lo regaló.

Durante este día de trueque adquirimos carne de guanaco, suficiente para el abastecimiento de dos días de toda la tripulación, por unas pocas libras de tabaco. Habían sido sacrificados en la mañana, y traídos a caballo cortados en trozos grandes, por cada uno tuvimos que regatear. Inmediatamente que un animal es sacrificado, es desollado y cortado en pedazos, o trozado, para comodidad de llevarlo. La operación es hecha de prisa, por lo que la carne se ve mal, pero está bien probado, que es una excelente comida, que nunca tiene grasa, y es abundante en jugo de carne, lo cual compensa su flacura. Mejora mucho con el tiempo de guardado, y ha demostrado ser una carne valiosa y saludable.

El comandante Stokes, y varios de los oficiales, trás nuestra primera llegada a la playa, habían obtenido caballos y cabalgaron hasta sus “toldos”, o campamento principal. A su regreso, me enteré que, a corta distancia de las viviendas, habían visto la tumba del niño que había muerto recientemente. Tan pronto, como, María regresó, obtuve de ella un caballo, y acompañado por su esposo y su hermano, el padre del fallecido, y ella misma, visité esos toldos, situados en un valle que se extendía de norte a sur entre dos cadenas de cerros, a través del cual corría un riachuelo, que llegaba hasta el Estrecho en la Segunda Angostura, cerca de una milla al oeste de cabo Gregory.

Encontramos ocho o diez carpas dispuestas en una fila; los costados y parte trasera cubiertas con pieles, pero los frentes, que miraban hacia el este, estaban abiertos, incluso estos, sin embargo, estaban muy protegidos del viento por la cadena de cerros del este de la llanura. Cerca de ellos el terreno estaba más bien pelado, pero más