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May. 1827.
MARÍA VISITA EL ADVENTURE.

poderosos vecinos, ahora llamados Tekeenikas. Nuestro conocimiento de los nombres de estas dos tribus, Alikhoolip y Tekeenika, resultan del examen posterior del comandante Fitz-Roy de la costa exterior de la Tierra del Fuego en el Beagle (1830). Un cacique, perteneciente a la nación de los Key-yus, le contó a Falkner que había estado en una casa hecha de madera, que viajaba sobre el agua. Un grupo de indios, en cuatro canoas, se reunió en las orillas del seno Otway con el comandante Fitz-Roy en 1829, cuyas armas, implementos, y todo lo que tenían, eran exactamente iguales a los de los indios fueguinos, a excepción que ellos tenían un carcaj hecho con la piel de un ciervo, y tenían el aspecto de una raza superior, eran tanto más fuertes y más robustos.

A falta de mejor información sobre el tema, debemos estar de acuerdo en separar a los indígenas en patagones y fueguinos. Las tripulaciones de las naves loberas los distinguen como los indios de a caballo y los indios canoeros.

Estas personas han tenido comunicación considerable con los loberos que frecuentan este vecindario, trocando sus pieles y carne de guanaco, sus mantas, pieles, por cuentas, cuchillos, adornos de bronce, y otros artículos; pero están igualmente ansiosos por obtener, azúcar, harina, y más que todo, “agua ardiente” o licores. Cuando llega un bote de cualquier nave, María con tantos amigos como los que ella pudo convencer a los tripulantes de permitirles embarcar, toman sus asientos, y, si se les permite, pasan la noche a bordo. Tan pronto como el bote varó, María y sus amigos tomaron sus asientos como si hubiera sido enviado especialmente para ellos. Como no esperaba esta visita, y no había ordenado lo contrario, y por la novedad de tales compañeros vencieron los escrúpulos del oficial, que había sido enviado a tierra para comunicarse con ellos. Su comportamiento ruidoso llego a ser desagradable, pronto fueron conducidos desde abajo a la cubierta, donde pasaron la noche. María durmió apoyando su cabeza en el molinete; y estaba tan ebria, que el ruido y la conmoción producida por el virado de ochenta brazas de cable no la despertaron. A la mañana siguiente, mientras estaba desayunando, se presentó bruscamente, con una de sus compañeras, y