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Abr. 1827.
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REGRESO A MONTEVIDEO.

bajar a tierra eran autorizados. En una ocasión, sin embargo, estuvimos cerca de sufrir por esta indulgencia, que era favorable para la salud de la gente, y pocas veces abusada: por uno de ellos que hizo un fuego a poca distancia de las carpas, las llamas se esparcieron, y el esfuerzo de toda la tripulación, por tres horas, apenas impidió que llegara a las carpas. En otra ocasión, dos hombres salieron en una excursión de caza, intentaron cruzar el río Sedger, no habían órdenes particulares en contra de hacerlo, ya que este proceder fue apenas contemplado. Llegaron a un banco cercano a la desembocadura, y buscando un lugar vadeable sin éxito, entonces lanzaron un tronco de madera, y se sentaron a caballo, sin proveerse de un palo o remo, se separaron de la orilla, esperando que lo cruzarían; pero, al llegar al medio del arroyo, fueron muy pronto llevados, por la corriente, fuera del río y dentro de la bahía. Uno de los hombres, Gilly, viendo que el tronco flotaba alejándose con la marea baja, se zambulló, y alcanzó la costa sur del río, en un estado muy agotado; el otro, Rix, no sabía nadar, se mantuvo en su lugar, y fue llevado hacia el mar en un viaje que pudo haber sido fatal, si no hubiese sido visto desde el buque, y salvado por un bote.

Antes de dejar puerto del Hambre arrastramos uno de nuestros botes a tierra, y lo dejamos (como pensamos) escondido en forma segura entre los árboles.

Estando ahora listos para zarpar, y sólo esperando por el viento, los oficiales de ambas naves, veintisiete en total, cenaron juntos en la playa.