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Feb. 1827.
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ENTRADA OCCIDENTAL.

el mediodía, lo que me obligó escoger lo menos malo, y me dirigí a puerto Misericordia.

“El día 23, salimos otra vez, y ceñimos hacia las islas Dirección, donde pasamos la noche navegando.

“La mañana del 24 estuvo muy buena, y el viento moderado. Dejé al Beagle para que sondara alrededor de las islas Dirección, y yo partí en mi bote, con provisiones para dos días, hacia el cabo Victoria. Mientras remábamos a lo largo de esas rocosas costas, como enhebrando el laberinto de islotes que las circundan, vimos un gran número de ballenas negras, y las rocas estaban totalmente cubiertas con lobos y gansos.

“Después de bogar, en serio, por seis horas, desembarcamos en el cabo Victoria, el límite noroccidental del estrecho de Magallanes, y allí, con un sextante, un horizonte artificial, y un cronómetro, determinamos la posición de este notable cabo. Desde un promontorio, ochocientos pies sobre el mar, tuvimos una imponente vista de las costas adyacentes, así como del enorme Pacífico, que nos permitió rectificar antiguos errores importantes. A última hora de la tarde tuvimos la suerte de llegar a salvo nuevamente a bordo, considerando el clima normal aquí y la mar gruesa, fue un éxito inesperado. Esa noche la pasamos navegando en el Pacífico, y a la mañana siguiente comenzamos nuestro regreso a puerto del Hambre.

“Cuando estábamos a cuatro o cinco millas del cabo Pilar, y al oeste de él, encontramos una corriente que tiraba hacia el sur, a unos dos nudos por hora. Al acercarnos al cabo el viento cesó, y el Beagle fue llevado rápidamente hacia aquellas peligrosas rocas, llamadas los Apóstoles. Afortunadamente, una brisa dominante se levantó, y logramos salir de esta dificultad. Mientras pasábamos el cabo Pilar, desembarqué en una caleta cercana a él, y determiné su posición. Al atardecer habíamos llegado cerca de puerto Misericordia, y habiendo calma, remolcamos el buque hacia adentro, con nuestros botes, hasta dejar caer el ancla en el punto apropiado.

“El día 26, fuimos a bahía Tuesday, y el 27 cruzamos el Estrecho, y fondeamos en el cabo Parker. Pocas veces había visto un mar tan alto, atravesado e irregular como el que tuvimos que navegar ese día, cerca de ese desconocido conjunto de rocas, llamado por