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Jun. 1827.
EL BEAGLE EN PELIGRO.

por todos lados de rocas y rompientes.” *[1] El Beagle estuvo bajo similares circunstancias, pero como la costa se sabía que era alta y nítida, su peligro no fue considerado tan inminente.

Al este del cabo Upright la mar estaba en calma; pero entre este y el cabo Providencia había una mar gruesa causada por la gran mar de fondo del Pacífico. El comandante Stokes encontró un fondeadero la siguiente noche en una bahía en el cabo Tamar y la tarde siguiente estuvo muy cerca de llegar a otro bajo el cabo Phillip; pero la obscuridad de una noche lluviosa, y los fuertes chubascos, le impidieron intentar fondear en un lugar desconocido, y el único recurso fue dirigirse a refugiarse bajo el cabo Tamar, donde había pasado la noche anterior. Incluso esto fue un intento peligroso; apenas podían distinguir algunas partes de la tierras altas, y como navegaban con el viento por la popa no podían evitar que el buque fuese demasiado rápido. Mientras navegaban a unos ocho nudos, un violento choque – levantó la proa – escoró – y metió la proa hacia abajo – electrificando a todo el mundo; pero antes de que pudieran investigar alrededor, ella navegaba viento en popa, como antes, habiendo saltado limpiamente por encima de la roca.

Después descubrieron que gran parte de las trincas y la falsa quilla habían sido sacadas de golpe. El informe del comandante Stokes de ese día de trabajo dará una idea de las dificultades que la tripulación del Beagle enfrentó al navegar en el Estrecho.

“Enero 31. La tripulación se levantó con la luz del día para levar ancla, pero las fuertes ráfagas que venían de las tierras altas del puerto, hacían muy peligroso virar, hasta que una calma temporal nos permitió hacernos a la vela, y volvimos a hacer bordadas hacia el oeste, contra un viento encontrado, mucha lluvia y fuertes chubascos, y un turbulento mar de través.

“Los chubascos se hicieron más frecuentes y más violentos después del mediodía, pero ellos daban, con la luz del día, suficiente advertencia, eran precedidos por nubes obscuras que se expandían gradualmente hacia arriba, hasta que su linea superior alcanzaba una altura cercana a los cincuenta grados; entonces venía una fuerte lluvia, y quizás granizos, seguidos inmediatamente después por la tormenta con toda su furia, la que generalmente duraba quince a veinte minutos.

  1. * Colección de viajes de Hawkesworth, vol. I p. 76