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Feb. 1827.
BOTE SE VUELCA Y PIERDE.

La gente en el cúter estaba mirando con preocupación sus laboriosos movimientos, ¡cuando desapareció! Se apresuraron hacia el punto – salvando a tres hombres; pero los otros dos se habían hundido. Pobre Ainsworth estaba todavía aferrado de la borda del serení cuando sus compañeros se aproximaron raudos; pero se soltó por el cansancio extremo, y como estaba vestido con mucha ropa, se hundió de su vista para no levantarse más.

Había estado alentado a los tripulantes que se ahogaban, y tratando de salvar a sus compañeros, hasta en que sus manos se relajaron justo antes que Ainsworth se hundiera, el Sr. Hodgskin se soltó, exclamando “¡Ainsworth, sálvame!” cuando, agotado como estaba, con una mano rescató a su amigo, y , inmediatamente después, sus fuerzas fallaron y se hundió.

Esta adición de tres personas al ya cargado cúter, hizo su carga más delicada, por lo tanto el Sr: Williams, que estaba al mando, muy prudentemente se dirigió al primer lugar conveniente de desembarco y felizmente consiguió llegar a la única parte de la playa, entre bahía Lomas y cabo Valentín, donde un bote podía varar.

A la mañana siguiente, siendo el clima más favorable, cruzaron a vela hacia bahía Agua Fresca, y luego remaron hasta puerto del Hambre.

Este triste desastre fue muy sentido por todos. Ainsworth era un oficial meritorio, y muy estimado. Corkhill era el jefe del castillo y había servido en los viajes polares de Sir Edward Parry. El domingo siguiente, la bandera fue izada a media asta y el servicio del funeral se leyó después de las oraciones de la mañana, pues aunque recuperar sus cuerpos era imposible, su tumba en el fondo del mar estaba delante nuestros ojos; y la ejecución de este último y triste deber fue una satisfacción melancólica.

“Nuestras son las lágrimas, aunque pocas, sinceramente derramadas, cuando el océano amortaja y sepulta nuestra muerte”

Una lápida se erigió posteriormente, en punta Santa Ana, como testimonio de este fatal accidente.