82 EL PADRINO
— Si, habla Eduardo y haz que no tenga que arrepentirme por haber confiado en ti.
— Pues bien: si en el tiempo que eras li- bre te hubiera dicho: « Margarita, no te ca- ses, porque te amo y si eres de otro, seré el más desgraciado de los hombres» ¿qué me hubieras contestado ?
— ¡Eduardo!
—Responde; lo has prometido.
— Y después que te conteste, ¿que harás?
— Me iré para siempre; pondré inmensa distancia entre los dos. Con un infierno ó un consuelo en el alma, partiré.
— ij Júralo!
—Por el nombre de Dios y la memoria de mi madre, lo juro.
— Pues bien, — murmuró ella con voz lenta, conmovida y solemne—te hubiera contes- tado: « Eduardo, olvidame, yo no me perte- nezco. Sacrifico mi dicha en favor de los míos ».
Eduardo dejó escapar un grito mitad de alegría, mitad de pena.
-- ¡Luego sacrificabas tu dicha ! ¡ hubieras sido feliz á mi lado: Me hubieras amado, en fin!...
—¡Eduardo, por piedad, basta! Ya te he contestado; cumple ahora tu juramento.
— Lo cumpliré, no te dudes; voy á morir de dolor lejos de ti.