DE CECILIA 71
Pero es madre y sufrirá mil martirios an- tes que empañar el nombre de su hija.
Eduardo se equivocaba en su raciocinio; jamás hubiera faltado Margarita á sus debe- res aún sin ser madre, era un alma dema- siado pura y altiva para rebajarse hasta acep tar un amor culpable. Quizás cansada de su- frir se hubiera separado del hombre que tan vilmente la trataba, pero sin abandonar por eso el camino de la virtud.
No dejó de presentarse esta idea á la mente de Eduardo; pero se dijo que á lo menos Margarita no tendría que soportar las injus- ticias y ridiculeces de su marido.
Luego Cecilia tenía la culpa de los sufri- mientos de su madre y él tenía razón para no quererla, ó á lo menos lo creía así.
Una voz varonil que lo llamaba por su nombre interrumpió sus reflexiones. Volvióse y vió á Héctor del Valle que venía en su busca.
Los dos jóvenes se dieron un cariñoso apretón de manos.
—«¿Hace mucho que llegaste ? —- preguntó Eduardo.
—Recién; me dijeron que andabas pa- seando con la nena y he venido á buscarte, aunque tú sigues en la manía de huir de las gentes.