DS EL PADRINO
risa, dientes blancos é iguales; su naricita, ligeramente respingada, daba á su fisonomía cierta expresión picaresca y burlona. En cuanto á su carácter, era dulce y alegre; reía de todo y no se enojaba jamás. Las pasadas penas no habían dejado huella alguna en su alma de niña, traviesa, afectuosa y sencilla á la vez.
Al ver á Julieta risueña y animada, muy elegante, con su sencillo traje primaveral y su gran sombrero adornado de flores, pare- cióle á Margarita que una ráfaga de frescura y juventud llegaba hasta su hogar, habitual- mente sombrío.
Las dos hermanas se abrazaron cariñosa- mente.
— ¿Y tu marido ? — preguntó Julieta, mien- tras hacía saltar sobre el lecho á Cecilia, á medio vestir aún.
— Acaba de salir; tiene mucho que hacer esta mañana y probablemente no vendrá á almorzar.
— ¡Tanto mejor! —exclamó Julieta alegre- mente, quitándose el sombrero. — Los hom- bres en casa, no sirven más que para es- torbo.
— Estoy segura de que no piensas así de aquel — dijo Margarita maliciosamente y mi- rándola con ternura.
Julieta se sonrojó.