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40 EL PADRINO

Eduardo parecía empeñarse en que nadie sospechara su amor por Margarita, ni aún esta misma.

Era Eduardo orgulloso para avenirse á que lo compadecieran y menos á que llegara á decirse que lo posponían á un hombre como su tío.

Para mejor despistar á los que pudieran suponerle enamorado de su futura tía, em- pezó á cortejar á una distinguida y graciosa niña, sin que realmente le importara de ella lo más mínimo, Su ofuscación no le dejaba comprender el mal que hacía engañando á aquella joven; por el contrario, deseoso de vengarse de las mujeres en general, le pare- cía que estaba en su derecho al hacerlas su- frir, por lo que él sufría á causa de una de ellas.

-- Las mujeres no tienen corazón, se decía, lo que quieren es casarse con el primero que encuentran, sobre todo si puede ofrecer- les una brillante posición. Estoy seguro de que siá mi novia le saliera un pretendiente rico, pronto se olvidaba del pobre estudiante Eduardo Viñas, que tendrá que hacerla es- perar mucho tiempo. Me quiere tanto como yo á ella.

En esta última parte estaba Eduardo casi en lo cierto. Su novia no lo quería con pa- sión, nd por que fuera interesada y poco