DE CECILIA 39
mejillas ardían y no se atrevía 4 mirar A Eduardo que ora la contemplaba con triste ternura, ora le dirigía miradas despreciati- vas y frases irónicas que la hacían estre- mecer.
A las diez se despedía el joven con el co- razón destrozado y Margarita, pensativa y triste, murmuró:
—d¿Será verdad que lo quiero? Me querrá quizás él á mí?
vI LUCHA Y ORGULLO
A partir de aquella noche, Eduardo no fué más que muy rara vez, á visitar á la familia de Gómez.
Habiendo sabido por boca de la misma Margarita que era cierto su enlace con don Pedro Real ¿para qué quería volver á verla ?...
Alegaba para justificar aquel cambio en sus costumbres que los estudios y los amigos le robaban el tiempo; pero ya sabemos que la causa era otra; no quería reabrir las doloro- sas heridas de su alma. Y si no se retiraba del todo era porque temía dar pábulo á co- mentarios.