14 EL PADRINO
sombra á sus mejillas, apenas teñidas de un leve matiz de rosa; sus cejas finamente dibu- jadas, su boca pequeña que mostraba al son- reirse preciosos dientes y una abundante y ordenada cabellera color castaño oscuro, aca- baban de dar realce á aquel rostro encantador, de expresión inteligente y dulce á la vez.
La madre era también hermosa todavía; pero estaba ajada y marchita. Su rostro, lo mismo que el de la joven, revelaba aquella noche profundo cansancio; sin embargo, al dar la última puntada, sonrió á Margarita y le dijo:
—Ya hemos concluido, mi querida. ¿Estás cansada, verdad ?.
—¡Nol Yo soy joven y fuerte... pero tú, pobre mamá, que no gozas de buena salud!... Necesitarías descansar y no es posible... ¡Ah! ¡los ricos deben ser muy dichosos!
¿Tienes esa convicción?
—Tengo la convicción de que si la ri- queza no basta por si sola para dar la felici- dad, á lo menos contribuye poderosamente á formarla, así como también creo que en la pobreza, no hay felicidad posible.
—¡Pobre, hija de mi alma!... Yo no pen- saba así, á tu edad.
—Porque tú, aunque tus padres, según me has contado, no eran ricos, no carecías de nada. Tú no veías á tu madre enferma-traba-