EPÍLOGO
En el dichoso hogar formado por Héctor y Margarita se preparaba una interesante fiesta para solemnizar los quince años de Ce- cilia.
Dos años después de la muerte de don Pe- dro, Margarita había concedido su mano á Héctor, amándole á su vez con toda el alma; y desde entonces la felicidad más completa reinaba en aquel matrimonio.
Cecilia era para Héctor una hija querida y nunca tuvo motivos para quejarse ni para sentir celos de otros hermanitos que el cielo le concediera.
En cuanto á Margarita era tan feliz en su segundo matrimonio, que hasta olvidó los su- frimientos del primero y sólo como un mal sueño existían en su memoria los años de su primera juventud.
Eduardo Viñas, en compañía de su esposa é hijos, volvió á la patria, pocos días antes del señalado para la fiesta que los esposos del Valle ofrecían á sus relaciones en honor de Cecilia. Invitado por Héctor se preparaba