DE CECILIA 121
de ella por su desgraciado matrimonio ?...
Después de estas reflexiones y de haber luchado algún tiempo consigo mismo, Héctor fué á ver á Margarita,
La joven lo recibió con la fraternal y amis- tosa confianza que siempre le había dispen- sado; Cecilia le saltó al cuello y él la besó con el mayor cariño.
— Margarita, — dijo Héctor después de al- gunas frases sin importancia — hoy no es sólo el placer de ver á usted lo que me trae por aquí. Soy portador de una noticia que temo pueda ocasionarle algún pesar.
Y como la joven le mirara inquieta, agregó:
— Lea esta carta que he recibido y que la enterará mejor que mis palabras de lo que quiero decirle,
Margarita tomó el sobre palideciendo y enrojeciendo sucesivamente: había recono- cido la letra de Eduardo.
Empezó á leer con aparente serenidad ; pero á medida que iba avanzando en la lectura, el temblor de sus manos indicaba la emoción de que estaba poseída.
Héctor, que la observaba con doloroso afán, la vió sin embargo serenarse gradualmente. Al terminar la lectura estaba tranquila y una melancólica sonrisa vagaba en sus labios.
— Veo, Héctor, que usted está enterado de todo — dijo devolviendo la carta al joven.