DE CECILIA 115
Poco á poco la calma fué renaciendo en mi corazón; mi amor purificado por el senti- miento se fué transformando en un senti- miento grave, noble y dulce...
¡Recordando á Margarita ya no sufría! ¿Por qué no te escribí entonces? Pronto lo sabrás >
¡Ah si yo hubiera podido adivinar lo que el porvenir se reservaba, en estos momentos me dispondría á ir á Montevideo para recla- mar la mano de Margarita; pero, mi buen amigo, esto no es posible ya!... Un compro- miso, una palabra, de cuyo cumplimiento no puedo eludirme, sin ser un miserable, unirá muy pronto mi destino al de otra mujer.
«¿Cómo es eso?» te preguntarás, sin duda, «¿cómo Eduardo habiendo amado tanto á Margarita va á casarse con otra, sabiendo que ella es libre, al fin?» ¡Mi destino lo quiere así!
Tú sabes que al llegar aquí, fuera del di- nero para las primeras necesidades, y mi ca- rrera, nada poseía.
Mi primer cuidado fué buscar á un señor Uruguayo, antiguo amigo de mi padre y re- sidente aquí desde hace largos años para que me ayudara en la vida de lucha que estaba resuelto á emprender, El buen señor me re- cibió como á un hijo y ya no quiso que de- jara su casa. Gracias á él se me abrieron to-